Esta palabra tiene el valor de fraude electoral consistente en introducir papeletas no procedentes de un elector a las urnas o alterar el recuento para desvirtuar el resultado de unas elecciones.
El origen de este término se originó durante el último cuarto del siglo XIX, tras la restauración de la monarquía borbónica, entre 1874 y 1931, como parte de los métodos de fraude electoral utilizados para mantener la alternancia pactada entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, conocida como el turnismo, sin dar posibilidad alguna de gobernar a otras formaciones (moderados, progresistas y republicanos). El pucherazo consistía en una manipulación electoral mediante la retención de papeletas de votación, que se guardaban en recipientes como pucheros (de ahí proviene su denominación popularizada). Estas papeletas se añadían o sustraían de la urna electoral según conveniencia, con el objetivo de alterar el resultado deseado. Otros métodos utilizados incluían la ubicación de las urnas en lugares de difícil acceso y la manipulación de las votaciones mediante el uso de "lázaros" (votos de fallecidos que, al menos en teoría, resucitaban como el Lázaro de los Evangelios) y "cuneros" (candidatos que se inscribían en una circunscripción con la cual no tenían vínculos personales o políticos). El rey Alfonso XII, en connivencia con los líderes del Partido Liberal y el Partido Conservador, iba disolviendo las Cortes cada equis tiempo (acordado previamente entre ellos) y se convocaba unas nuevas elecciones, que eran manipuladas para que en el recuento de votos saliera ganador aquel candidato del otro partido que no estaba gobernando hasta ese momento y la siguiente vez a la inversa. Y así, una y otra vez durante las siguientes décadas.
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