Esta expresión se utiliza con la intención de señalar que un lugar está cerrado de una manera hermética e inaccesible. Es decir, que no se pude entrar ni salir. También se utiliza para hablar sobre el carácter o actitud de alguien, ya que se dice que una persona es cerrada a cal y canto cuando no suele responder a preguntas. Además puede hacer referencia a esas personas consideradas “cerradas de mente”.
Aunque la expresión es metafórica, antiguamente se decía de una forma literal. Proviene de una antigua costumbre, que sobre todo había en los pueblos, cuando la gente iba a dejar su casa durante un largo período de tiempo. En ocasiones se marchaban en busca de un futuro mejor, mejores opciones de trabajo, por estar perseguidos y tener que huir, por guerras o por motivos religiosos. Muchas veces al abandonar sus casas no sabían si regresarían o no o cuánto tardarían en hacerlo. Por ello tapiaban puertas y ventanas para evitar que entrasen cualquier tipo de intrusos hasta que el propietario volviese a la vivienda. Para tapiarlas se utilizaban piedras, losas, ladrillos, sillares y cantos rodados. Y como adhesivo para compactar se usaba una pasta hecha de cal. De ahí que se dijera que algo está cerrado a cal y canto. En tiempos de enfermedades como la peste y el cólera también existía esta práctica con la intención de que la enfermedad no se propagase.
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