Esta expresión hace referencia al momento de máximo tedio que puede tener alguien.
Proviene de un castigo jurídico muy común en la Antigua Grecia (sobre todo en Atenas), que consistía en el destierro de una población por un periodo concreto de tiempo de aquellos miembros de la sociedad que se consideraban peligrosos o delincuentes (ladrones, violadores o políticos que no cumplían desde su cargo con las decisiones democráticas del pueblo) y que era conocido como ostracismo. El sistema para definir si un prisionero era condenado al ostracismo se organizaba mediante una votación por mayoría simple entre los miembros de la asamblea, en la que escribían en los ostrakones (unos tipos de conchas de cerámica) si votaban a favor o en contra de aplicarle este castigo. Los condenados disponían de diez días para abandonar la ciudad – estado durante diez años de destierro. En ocasiones la pena solía quedar rebajada o conmutada.
Durante el transcurso de estos largos ostracismos, la falta de trabajo de la ciudad y del trato con otros ciudadanos daba como resultado, entre otras cosas, un tremendo hastío que llevaba a un desesperado aburrimiento. Con el tiempo, el término referido a ese castigo acabó en el apócope «ostra».
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