Esta expresión se usa para indicar que una persona duerme profundamente, intensamente y durante mucho rato.
Su origen es curioso: se dice que en la Salamanca del siglo XIV había una joven llamada Blanca Flora, hija del noble castellano Álvaro de Torregrossa, que quería casarse con un rico comerciante musulmán. Como su padre se negó a tal boda, por la noche colocó un tronco en su cama, para que su padre, durante la noche no se diera cuenta de que no estaba. Se descolgó por el balcón y escapó con su amante. Al día siguiente, ya tarde, su padre descubrió el engaño.
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