Esta expresión se usa mucho últimamente por nuestros políticos y significa un límite o frontera infranqueable a partir del cual, la posibilidad de negociación o compromiso es imposible. Es decir, sirve para señalar los límites de una acción o decisión y con ella se expresa aquello que se considera inaceptable y que no se puede traspasar.
El origen de la frase se remonta al "Acuerdo de la Línea Roja" de 1928 entre los socios de la petrolera TPC (Turkish Petroleum Company) de capital básicamente británico, francés y norteamericano, cuyo objetivo es que ninguna de ellas los traspase para establecer una competencia con las otras y formalizar la estructura corporativa de TPC y vincular a todos los socios a través de una "cláusula de auto-denegación" que prohibiera a cualquiera de sus accionistas perseguir de forma independiente intereses petrolíferos más allá del territorio otomano. Como nadie de los allí reunidos sabía cuáles eran las fronteras del Imperio otomano a la Primera Guerra Mundial, uno de los empresarios allí reunidos, Calouste Gulbenkian, dice tener una idea algo más clara. Coge un lápiz grueso y sobre un mapa traza toscamente un contorno a mano alzada y dibuja de memoria las fronteras en un mapa de Oriente Medio con un lápiz. Aseguró que esa era la frontera del Imperio Otomano que había conocido en 1914 y que lo sabía porque había nacido y vivido en él. Como el lápiz utilizado es de color rojo, al acuerdo de monopolio que se reparte el petróleo árabe se le dio el nombre de Acuerdo de la Línea Roja. Nadie puede poner el pie más allá de ese contorno de la línea roja.
Hay una expresión parecida, "La delgada línea roja", que no tiene nada que ver con ésta sino con una hazaña bélica durante la guerra de Crimea. Un regimiento de infantería británico, el 93º de Highlanders, con apenas quinientos escoceses, fue capaz de detener la carga de los dos mil quinientos efectivos de la caballería rusa. Como las casacas que vestían los soldados escoceses eran rojas se adoptó ese nombre.
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