Se utiliza esta expresión para indicar la táctica que consiste en convencer, engatusar o engañar a alguien para que haga algo. Aunque, en la mayoría de las ocasiones se usa para manifestar la idea de llevarse a alguien a la cama.
Esta locución tiene su origen en la obra, del siglo XVI, “Tragicomedia de Calisto y Melibea” de Fernando de Rojas que es popularmente conocida como “La Celestina”. En ella, uno de los protagonistas (Calisto) utiliza a la Celestina para convencer a Melibea para que esta acuda al huerto y poder tener relaciones íntimas.
No obstante, desgraciadamente esta expresión se popularizó en 1904, a raíz de unos trágicos sucesos ocurridos en la localidad sevillana de Peñaflor, donde se cometieron una serie de crímenes por parte de Juan Aldije (alias “el Francés”) junto a su socio llamado José Muñoz Lopera, quien captaba a viajeros, negociantes y comerciantes con dinero en efectivo y aficionados al juego que estaban de paso por la población, y les proponía desplumar a un rico francés que vivía en una finca cercana en la cual tenía una casa de juego. Cuando llegaban allí los incautos, “el Francés” les asestaba un golpe en la cabeza por la espalda con una barra de hierro, los mataba, robaba y, entre ambos los enterraban en un huerto de su propiedad. Tanta trascendencia tuvo esta serie de asesinatos que en 1977 se estrenó una película titulada “El huerto del francés” basada en esos hechos. Por eso fue más fácil que a partir de ella se popularizara esa frase como sinónimo de convencer a alguien con triquiñuelas y engaños.
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