Esta escatológica expresión se utiliza mucho en ambientes teatrales como forma de desear suerte en la función. Aunque hoy en día se ha extendido a otros campos siendo frecuente su uso fuera de este ámbito y así, se le puede desear desde al que se va a examinar hasta a quien va a iniciar un nuevo programa televisivo. Es equivalente a la expresión “buena suerte” que se desea en otros países.
Hay dos orígenes más o menos similares y aceptados.
Por un lado, está la versión que especula con que el origen se remonta a la Edad Media, cuando los artistas eran ambulantes e iban con sus carromatos de pueblo en pueblo. Si en las afueras de una localidad descubrían grandes cantidades de estiércol, podían saber si allí se celebraba un mercado, una feria o fiesta importante, y por tanto, mucha gente y público potencial para ver sus representaciones y en consecuencia más recaudación. Por tanto, merecía la pena detenerse para hacer su espectáculo. El deseo entonces, entre los compañeros de gremio, era que encontrasen mucha mierda en el siguiente pueblo, quedando la expresión abreviada que ha llegado a nuestros días.
Por otro lado, está la creencia de que el origen se remonta al Siglo de Oro español, y más concretamente a los Corrales de comedia, donde se representaban las obras por parte de los artistas. Siempre había nervios entre los actores y actrices por saber si asistiría mucha gente o no a la obra, y en especial, gente de dinero puesto que eran quienes más donativos daban al final de la representación. Al comienzo de la función alguno de los artistas se asomaba a la puerta de entrada para comprobar cuanto excremento había, pues cuanto mayor era la presencia de caballos mayor número de excrementos había y, por tanto, mayor era el número de espectadores posibles y mayor recaudación. Esto era algo muy importante, porque como no se cobraba entrada, su sustento dependía del dinero que, concluida la función, los espectadores lanzasen al escenario. Los miembros de la compañía se agachaban a recoger las monedas lanzaras por el público y de ahí dicen que viene otra expresión teatral de aparente paradójico significado: “rómpete una pierna” (es decir, que tengas mucha suerte y te rompas la pierna de tantas veces que tengas que flexionarla para recoger el dinero recaudado o para saludar al público).
Desde entonces, es habitual en el mundo del espectáculo escuchar esta expresión como forma de desear suerte y éxito en la función. Del mundo teatral ha pasado a otros escenarios de la vida, especialmente cuando tenemos que enfrentarnos a alguna prueba o reto.
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