Utilizamos este modismo cuando alguien pretende que hagamos un trabajo o realicemos un esfuerzo que nos parece muy gravoso o que consideramos que está mal pagado, por lo cual no tenemos la menor intención de cumplirlo y nos negamos a hacerlo.
El nombre de la persona de esta expresión no proviene de una persona imaginaria sino real. Rita Giménez García fue una cantaora y bailaora jerezana de flamenco nacida en 1859. Desde muy joven, se inició cantando coplas en reuniones familiares o de la vecindad de su Jerez natal, hasta que un agente teatral oyó su cante y la contrató para actuar junto a la bailaora Juana la Macarrona y el cantaor Antonio Ortega Escalona Juan Breva, en los cafés cantantes madrileños Su última actuación la realizó en 1934 y falleció tres años después en Zorita del Maestrazgo (Castellón) a la edad de 78 años. Respecto al origen de la expresión, tiene que ver con la pasión que Rita ejercía su trabajo. Tanto es así que no tenía problemas en cobrar poco, bailar y cantar gratis si el cuerpo y el público se lo pedían y en aceptar cualquier bolo con tal de dar rienda suelta a su afición. Dado el ardor que nuestro personaje tenía por el trabajo, en muchas ocasiones no le importaba cobrar mucho o poco o incluso lo hacía gratis, así que el resto de compañeras de la escena flamenca comenzaron a usarla como referencia cuando se les ofrecía un contrato con pocas ganancias no dudaban en acordarse de ella cuando se les presentaban oportunidades laborales poco o nada satisfactorias para sus pretensiones económicas y decían: “que lo haga Rita la cantaora".
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