Este dicho se usa cuando queremos indicar que alguien ha sacado de un apuro a otra persona o a salir de un problema complicado. En definitiva, significa hacer algo que le corresponde hacer a otra persona, pero que ha sido incapaz de hacerlo o no ha querido correr el riesgo por no perjudicarse.
El origen de esta expresión lo encontramos en la famosa fábula “El mono y el gato” de Jean de La Fontaine. En ella un mono y un gato están asando castañas juntos. Cuando llega el momento de sacarlas del fuego, el mono empezó a alabar las innumerables virtudes que tenía el gato como su valentía, fuerza, rapidez, agilidad y garras. Esas alabanzas provocan que el gato las reciba con mucho orgullo y consiguen que cada vez se sienta más o menos como un superhéroe y se lance sin pensarlo a por las castañas que estaban en el fuego, pero, obviamente, ingenuo de él, se quemó sus patitas. Así que esta estrategia le funcionó al astuto mono ya que se comió las castañas sin correr ningún riesgo.
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