Este refrán se emplea para decir que alguien tiene libertad para hacer lo que le venga en gana, porque hay plena libertad para ello, posibilidad sobrada y nada ni nadie lo impide en absoluto. Aunque, en ocasiones lo usamos con sarcasmo o ironía para denunciar los excesos de esa libertad.
Su origen lo encontramos en la época de la Reconquista (siglos X – XII), cuando muchos de estos territorios castellanos quedaron devastados y desiertos y la labor de repoblación se hacía dura, eran el sitio perfecto para los ciudadanos que trabajaban esas tierras o sacaban provecho lucrándose con algún negocio, así que las autoridades no se entrometían demasiado con ellos. Además los terrenos de Castilla eran por lo general muy anchos, sin montañas de por medio y por tanto se podían ver grandes extensiones de tierras hasta el horizonte. Es decir, significaban una muy buena oportunidad para prosperar y enriquecerse. Además, por si no quedaba claro el dicho se completaba curiosamente diciendo”…y el rey paga”.
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