Este dicho indica que en un determinado lugar se vive con holgura y hasta ostentación, que no hay problemas económicos y que hay abundancia de riquezas. Significa una exageración en la demostración de la opulencia y el derroche donde el dinero y los recursos abundan. Aunque, a veces, se emplea el dicho especialmente para contestar irónicamente a quien habla de las bondades extremas o del gran beneficio de alguna acción o de algún lugar.
El origen de esta expresión proviene del pueblo salmantino de Candelario. A principios del siglo XIX, había una fábrica de embutidos propiedad de de Constantino Rico, conocido como “El Tío Rico” o el “Choricero” (porque se producía un chorizo de gran fama). En una ocasión una de sus trabajadoras, que llevaba soportando las molestias de un perro, no se le ocurrió otra cosa que atar al perrito a la pata de un banco usando para ello una ristra de longanizas al no encontrar otra cosa mejor. Poco después entró un muchacho, hijo de otra de las trabajadoras, a dar un recado a su madre y al presenciar la escena salió rápidamente y le faltó tiempo para pregonar a los cuatro vientos que en casa del "Choricero" se atan los perros con longaniza. El pueblo interpretó tan curioso hecho como símbolo claro de la opulencia con que se vivía en casa de don Constantino.
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