Esta expresión se usa para definir la defensa tenaz, esforzada, total y absoluta de una persona o una situación que alguien lleva a cabo hasta llegar al límite, a menudo en condiciones desesperadas, a pesar de contar con pocos recursos y escasas posibilidades de éxito. Algo que, no obstante, puede conducir tanto a situaciones extremas como desesperadas. Hoy en día esta expresión se usa especialmente en el mundo del fútbol.
La expresión tiene su origen en la defensa de la ciudad celtíbera de Numancia (a siete kilómetros al norte de la capital soriana) durante los sucesivos cercos que sufrió entre el 153 a. n. e. hasta el año 133 a. n. e. por parte del imperio romano, que fue incapaz de vencer la resistencia heroica de este enclave, a pesar de los continuos ataques. Roma estaba al límite hasta que finalmente el Senado decidió mandar allá a su más afamado soldado, Publio Cornelio Escipión (conquistador de Cartago. Éste asedió al la ciudad durante quince largos meses. La peste y hambruna fueron el día a día de los sitiados, pero no cedieron. Escipión les propuso una paz honrosa, pero los numantinos la declinaron prefiriendo suicidarse e incendiando sus propias casas y la ciudad antes de caer en manos de los romanos.
Como homenaje a esa gesta el equipo de la ciudad de Soria, que llegó a militar en su día en Primera División, es conocido como el Numancia.
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