Es una locución adverbial que indica que alguien se está dando demasiada importancia, está presumiendo y fanfarroneando al vanagloriarse de sus méritos con un comportamiento vanidoso y engreído.
El origen de esta expresión se centra en la elaboración del pisto, pero no en el actual plato, sino en su anterior confección cuando el pisto no era un plato de campesinos, sino más bien al contrario. Ese primer pisto (del latín pistus, que significa machacado), consistía en mezclar diferentes carnes machacadas con sus jugos y tenía una costosa preparación que sólo estaba al alcance de los más pudientes. Tal era el trabajo y el coste de dicho plato, que "darse pisto" comenzó a relacionarse con atribuirse un mérito y un lujo que pocos podían concederse como premio.
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