Esta expresión se utiliza cuando nos referimos a que han engañado a alguien con artimañas, de manera tonta y han caído en la trampa seducidos por un cebo apetitoso que no podían rechazar. Así que se sienten estafados, porque han recibido algo de menor calidad y sin que se den cuenta de ello.
Su origen proviene de la Mancha medieval. Ya en aquellos tiempos la región era afamada por sus excelentes vinos, y a ella acudían comerciantes de todos los lugares para adquirir gran cantidad de toneles de vino. Pero evidentemente, antes de realizar el pago del producto, lo cataban para asegurarse de su buena calidad. Los bodegueros cuando querían “colocar” al comprador una partida de vino picado o de peor calidad, de manera pícara, agasajaban a los compradores novatos o poco experimentados con un plato de queso manchego en aceite, de esos que dejan adormecido el paladar, de manera que cuando el incauto iba a probar el vino, tras comerse el queso, no podía distinguir un buen vino de otro de calidad inferior.
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