Usamos esta locución para indicar que, ante una situación muy difícil, en la cual hemos iniciado ya una acción, hay que terminarla aunque sea peligrosa, arriesgada o compleja y aceptando todas sus consecuencias. Aunque esta solución pueda parecer demasiado arriesgada o descabellada es la última medida para llegar a una solución y la desesperación nos conduce a que ya nada importe.
Desde antiguo era habitual que muchas batallas se celebraran cerca de los ríos, Así que la principal maniobra para derrotar al enemigo consistía en empujarlo hasta que llegase a orillas del río. Al tener a su espalda el río, se reduciría su capacidad de maniobra y perdería la batalla, pues o se tiraban al río si no querían morir o se rendían. El río, por tanto, era el fatal final que le esperaba a muchos de los combatientes, enfrascados en una tarea peligrosa que había que seguir hasta el final: vencer o morir. A veces cuando las cosas se ponían realmente feas y la retirada era a la desesperada, muchos soldados solo veían la opción de lanzarse al río y dejarse llevar por la corriente a su suerte ya que no había más salidas.
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