Esta expresión se usa cuando pretendemos atenuar, dulcificar, disimular un daño o perjuicio; en resumen, mitigar o disimular de algún modo una mala noticia. Es decir, cuando hacemos menos ingrata o amarga una novedad o acontecimiento para evitar que la persona a quien le es comunicada pueda tener una reacción muy fuerte. También se usa cuando tratamos de obtener un favor de una persona adornando la situación y haciéndola parecer más positiva o inocua de lo que realmente es, engatusándola para obtener un beneficio.
Su origen se remonta a los tiempos en que los boticarios preparaban los remedios farmacéuticos en forma de píldora manualmente y necesitaban un medio para disimular o eliminar el sabor amargo y desagradable de los compuestos químicos. Lo conseguían bañando el fármaco en una sustancia dulce para después someterlo al fuego (dorarlo), logrando así una capa exterior o costra más dura y de sabor dulce. De ahí que dorar la píldora sea prepararla para evitarle el trago amargo al enfermo.
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