Este refrán se aplica a personas y animales dotados de mala condición, para señalar que el mal persiste, que nunca desaparece. Es una variante de: "Bicho malo nunca muere". Se suele referir a las personas de consabida maldad, que persisten en hacer daño y no están dispuestas a mejorar su conducta. También se suele decir, de forma desenfadada, de alguien que ha sufrido un percance, caído enfermo o ha sido sometido a una intervención quirúrgica con el objeto de animarla.
El origen de esta expresión proviene de los ambientes rurales y hacía referencia a las plagas (plantas o bichos) que azotaban los cultivos agrícolas y que arruinaban cosechas, ya que eran muy difíciles de combatir, o que invadían las casas a pesar de todos los esfuerzos por eliminarlos Los agricultores sufrían plagas, bichos, hierbas que complicaban sus sembrados y nunca se terminaban de erradicar, no morían ya que siempre reaparecían de nuevo. Posteriormente, también hizo referencia a aquellas plantas invasivas que crecen sin control y que perjudican las cosechas; de ahí que se utilicen ambos modos.
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