Esta expresión figurada es utilizada para describir una situación en la que alguien intenta enfrentar una situación o un problema, pero no tiene ni la capacidad, ni la fuerza suficiente para salir adelante o es una situación a la cual de inicio no se midió bien el grado de dificultad que podía tener así como sus consecuencias. En definitiva que una persona se encuentra en una situación delicada por haberse metido en asuntos o problemas que no conoce, que no le competen o que no reportan ningún beneficio, es decir por haber asumido una responsabilidad excesiva y haberse complicado la vida innecesariamente.
De entrada, hay que aclarar que la vara era una unidad de medida utilizada en la Edad Media que equivalía a unos 84 cm (3 pies). Aunque se dice 11 varas, su valor es metafórico y simplemente hace referencia a una camisa muy grande y tiene que ver con el hecho de tener que coser una camisa de grandes dimensiones, ya que representaba una tarea muy ardua y laboriosa. Su origen se sitúa en la ceremonia de adopción de un niño, de tal manera que se simulaba el parto metiendo el adoptante la cabeza del adoptado por una manga muy ancha de la camisa y sacándolo por el cuello, tras lo cual el adoptante le daba un fuerte beso en la frente como prueba de la aceptación de la paternidad y aceptando los problemas que acarreaba la crianza por decisión propia y no por necesidad. A partir de entonces el adoptado adquiría el carácter de hijo legítimo del adoptante y, consecuentemente, la condición de heredero. Pero, con frecuencia, estas adopciones salían mal a causa de los abusos de los adoptantes. Ante este hecho, la sabiduría popular acuñó esta expresión dirigida a advertir de los peligros de la adopción a quienes buscaban en ella la solución de sus penurias económicas: no te dejes adoptar por cualquiera, “no te metas en camisa de once varas”.
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