Esta expresión se utiliza para hacer alusión a algún hecho afortunado tras el nacimiento de un bebé, o a la misma suerte que acompaña a ese bebé durante su vida adulta. Así, cada bebé que llega al mundo, trae consigo fortuna y bienestar a su familia y pase lo que pase, nunca le faltará la provisión para ser criado.
El origen de este popular dicho lo encontramos en la fortuna que para las familias más pobres del ámbito rural significaba el nacimiento de un hijo, principalmente varón, pues suponía un par de manos más para trabajar para la familia, ya que a los pocos años de su nacimiento, como no existían las escuelas, en cuanto tuviese la edad para poder desempeñar un trabajo, el niño saldría directamente a ayudar a los demás miembros a traer recursos a casa y así ésta dispondría de más posibilidades para, entre otras cosas, llevar dinero y pan a casa. Además, hay que recordar que en ciertos oficios, durante la revolución industrial, los niños de pequeño tamaño estaban muy cotizados, pues se podían meter por estrechos huecos para arreglar, por ejemplo, máquinas, sin desmontar gran parte de las mismas.
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