Esta expresión tiene el significado de escandalizarse, en el sentido de mostrar indignación. Se usa para referirse a alguien que, en ocasiones, se escandaliza excesiva e hipócritamente por algo que otros hacen o dicen. Empleado de forma negativa (no hay que rasgarse las vestiduras), se torna un llamamiento para no dramatizar un asunto.
El origen de esta locución ha llegado a nuestros días a través de la Biblia, donde hay casi una veintena de alusiones a dicha costumbre. Originalmente, el acto de desgarrarse la ropa era una manifestación de dolor sincero por la pérdida o el sufrimiento de algún ser querido. Frente a una gran desgracia ocurrida a un ser querido, sus allegados y servidores se echaban ceniza en el pelo y se desgarraban la ropa. También se hacía ante una blasfemia para dar muestra de su escándalo. Aunque la expresión proviene de la Biblia, antes otros pueblos como griegos e incluso sumerios también usaban dicha costumbre desde hace unos 5.000 años. Con el paso del tiempo esta frase perdió su contexto de duelo para usarse a la hora de señalar a alguien que indigna con sus actos o palabras. De hecho, los políticos suelen utilizarla frecuentemente como parte de un ataque al oponente, un menosprecio hacia lo que dicen o hacen.
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