Este modismo significa interceder, justificar y apoyar a otra persona, con el fin de defender sus intereses, imagen, honorabilidad y su inocencia. En definitiva, creer en esa persona, dar la cara por ella e implicarse a su favor sea cual sea la disputa.
El origen de esta expresión procede de la Edad Media. En esa época la mayoría de problemas o conflictos se solucionaban en un torneo a través de unos combates conocidos como ‘justas’ en las que los contendientes se enfrentaban a caballo portando una armadura, un escudo y una lanza de madera. Ganaba aquel de los dos que lograba tirar al suelo a su adversario. Este lance del torneo era conocido como “romper la lanza”, nombre que recibía a pesar de que no siempre se llegaba a romper. No todas las personas que recibían las injurias o afrentas podían defenderse de ellas y participar en uno de esos duelos, ello pasaba por diferentes cuestiones, como problemas de salud (enfermedad o invalidez), de edad (eran mayores), sexo (eran mujeres) o simplemente no tenían armas. En este caso otra persona podía luchar en su lugar con el propósito de defender su inocencia o su honor, por lo que se le facultaba para que pudiera hacerlo en su nombre, enfrentándose en uno de esos combates judiciales. Este acto es el que dio origen a la expresión “romper una lanza por alguien”.
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