Esta locución significa recrearse en las acciones o en las palabras para dar más realce a una cosa. Se dice especialmente cuando estos adornos son inútiles o innecesarios. Se usa esta expresión cuando alguien está explicando algo y lo hace de forma larga y poniéndole todo tipo de detalles a su relato, es decir, hace referencia a aquellos que, al hablar, se adornan con palabras inútiles para embellecer de superflua un discurso que no lo necesita innecesariamente con flores algo ya de por sí bello.
Su origen tiene que ver con la música. Era habitual en los cantantes de ópera en Italia que cuando un cantante añadía (voluntariamente) una nota (o varias) en una composición musical, con el ánimo de embellecer la obra de un compositor, se le llamase la atención para que no adornase con notas extras dicha obra. A esto se le denominó “florituras”, o sea, esos alardes vocales que alargaban bien una palabra o una silaba. Con el tiempo, este término acabó utilizándose para definir a aquello que estaba más adornado de lo normal o incluso a los propios adornos que se añaden como complementos.
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