Este refrán se usa para referirse a alguien que ha mostrado una conducta desagradecida cuando le hemos prestado un favor. Se refiere a la ingratitud de aquellas personas que, debiéndonos grandes beneficios, los olvidan o los pagan con injustas acciones o molestas palabras. Como la frase hace alusión a un ave carroñera, puede entenderse que se refiere a las personas que se que aprovechan de los demás y no agradecen o retribuyen favores y hacen daño a las que los ayudan con buena intención.
No tiene un origen conocido. No obstante, una leyenda cuenta que una tarde de 1445, don Álvaro de Luna, Conde de Castilla, salió de cacería con amigos. Se toparon con un pobre hambriento que en lugar de ojos tenía dos cicatrices que desfiguraban por completo su rostro. Impresionado, el Conde le preguntó por el origen de esas heridas. Y el mendigo le contó: “Tres años crié un cuervo que había recogido pequeñito en el monte, lo traté con mucho cariño; poco a poco fue haciéndose grande... Un día que le daba de comer saltó a mis ojos, y por muy pronto que me quise defender fue inútil: quedé ciego”. Inspirado por semejante anécdota, Don Álvaro dijo a sus amigos. “Veis, criad cuervos para que luego os saquen los ojos”.
No se sabe si este es el origen, aunque se cree que en tiempos del Condestable ya se decía ese refrán.
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