Se suele emplear este modismo cuando alguien se marcha de un lugar o de una reunión sin despedirse de los presentes, sin decir adiós, sin una despedida cortés y educada hacia sus acompañantes.
Su origen lo encontramos en la moda llamada sans adieu (sin adiós), que imperó durante el siglo XVIII entre las personas de la alta sociedad francesa y que consistía en retirarse de un lugar en el que se estaba realizando una reunión o velada, sin despedirse, sin siquiera saludar a los anfitriones. Llegó a tal punto este hábito, que era considerado un rasgo de mala educación saludar en el momento de la partida. No se objetaba, por ejemplo, que la persona mirase el reloj para dar a entender las circunstancias por las que ella debía retirarse, pero de ninguna manera se veía con buenos ojos que el asistente saludase antes de ausentarse. No hace falta decir que el sentido común no tardó en imperar y se volvió a la costumbre de despedirse de los acompañantes y anfitriones de una manera educada.
Como curiosidad añadida destacar que los franceses a este tipo de despedida la llaman “despedirse a la inglesa”
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