Esta expresión indica que aquellas personas inteligentes o despiertas no necesitan recibir demasiados datos para entender algo, por lo que diciéndoles unas pocas palabras deducirán fácil y rápidamente el mensaje sin necesidad de entrar en detalles, basta una mera insinuación para comprender y actuar en consecuencia. Se suele emplear solamente la primera parte del dicho, con la intención de advertir de forma sutil o eludir decir algo que no se desea manifestar con claridad. Ahora bien, dependiendo del contexto, este dicho puede tener una connotación positiva o negativa, puede ser tanto una advertencia como un insulto.
Su origen podemos encontrarlo, por una parte, en su expresión latina Intelligenti pauca, es decir, “a los inteligentes, pocas cosas”. Y por otra, remontándonos a la Antigua Roma, época en la que el comediógrafo latino Tito Maccio Plauto la plasmó en una de sus sentencias: “al sabio, una sola palabra le basta”, ensalzando el amor y fascinación que en aquellos tiempos se tenía hacía el valor del conocimiento y la sabiduría.
Ligada a esta expresión encontramos una historia, convertida hoy en día casi en fábula, que afirma que en una audiencia que el cardenal Mazarino, diplomático y político francés, concedió a un mendigo, este último debía explicarse en tan solo dos palabras. El mendigo, que entendió a la perfección el mensaje, se dirigió hacia el cardenal y pronunció su discurso: “Hambre, frío”. A lo que Mazarino respondió, girándose hacia su secretario: “Comida, ropa”. Tras esta breve pero satisfactoria conversación, el cardenal Mazarino sentenció “a buen entendedor, pocas palabras”.
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