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divendres, 16 de juny del 2023

INTRODUCCIÓN

El actual blog presenta un compendio de múltiples y variadas expresiones populares, que podrían muy bien significar un buen resumen de la idiosincrasia propia de nuestro país. Evidentemente muchos encontrarán que faltan unas cuantas. Algunas las he obviado porque al investigarlas he descubierto que que no presentaban un origen o éste no estaba muy claro y, en consecuencia, he decidido prescindir de ellas conscientemente. Por tanto, no se trata de una omisión por desconocimiento, sino una decisión personal, ya que mi intención era dar una información más completa y al no encontrar ningún origen conocido, a mi parecer, se quedaban un poco cojas. Otras, simplemente, se me habrán pasado o no las he considerado interesantes.

El castellano, al igual que todas las lenguas, se ha nutrido desde siempre de un numeroso ejército de expresiones, frases hechas, adagios, refranes, aforismos, proverbios o modismos. Todas estas formas de expresión, la mayoría de orígenes populares, están repletas de un bagaje cultural que, sin duda, la han dotado de una riqueza inconmensurable. Los orígenes de todos estos tipos de expresión son muy diversos. Proceden de variados ámbitos como el mundo taurino, la religión, el ejército, el juego, el mar, la agricultura, el deporte, la política, la historia, el arte, la literatura, costumbres, personajes, etc. que muchas veces responden a lo que se denomina "uso figurado" del lenguaje, y que casi siempre se basan, sin querer y sin pretensiones, en recursos que en literatura se usan más a propósito: metáforas (tener mala leche), comparaciones (estar como un cencerro), metonimias (tener veinticinco primaveras) o hipérboles (ser alto como un pino). En la mayoría de casos, la expresión original no tiene nada que ver con el uso que se hace de ella actualmente y han perdido su significado anterior. Muchas de estas expresiones las conocemos y las usamos. Lo que probablemente no sabremos es cual es su origen, algunas nos resultarán interesantes, curiosas, simpáticas e incluso divertidas o descubriremos que no provienen de donde nosotros creíamos, otras, por el contrario, proceden de crueles costumbres y muestran el lado oscuro del ser humano.

Es muy probable que las jóvenes generaciones, no solo no sepan qué significan estas expresiones, sino que tampoco las hayan oído y, por tanto, no las usen. Las lenguas van evolucionando constantemente y por el camino se van dejando palabras y expresiones que, pasado un tiempo, resultan ignotas e incomprensibles. No es algo anormal pues en todas las generaciones ha ocurrido lo mismo. La diferencia, desgraciadamente, es que el vocabulario y léxico que usan estas nuevas generaciones es cada vez más pobre y reducido, lo cual provoca que la lengua se debilite cada vez más. El problema más grave no es que no usen una serie de palabras o expresiones, sino que se manejan con un porcentaje muy reducido de ellas para comunicarse y simplifican la lengua. Así que va por ellos este blog.

Estas expresiones que aquí se presentan aparecen de manera alfabética. He procurado ser muy preciso y conciso en dos aspectos: de un lado, en el significado actual de cada frase y, de otro lado, en su origen. En este apartado he intentado no alargarme demasiado ni dar demasiados datos, como sí hacen otros autores. Hay ocasiones en que lo que se puede decir de ellas es tan extenso y tan interesante que ocuparía mucho espacio. Ahora bien, si la lectura de la entrada da pie a alguien para ampliar la información, perfecto. Hay que advertir que algunas de esas expresiones existen con diferentes verbos, lo comento por si alguien ha escuchado una expresión con un verbo distinto ya que será igual de válido. Además, no he usado ejemplos para explicar esas frases, ya que he tratado de dar una explicación lo más clara posible para no necesitarlos.

Cuando tratamos de decir en una lengua que no es la nuestra, alguna de estas expresiones surge, a menudo, un problema. En la mayoría de las ocasiones éstas las traducimos sin más y al hacerlo no pensamos que dichas expresiones encierran un acervo cultural que no tienen por qué compartir las lenguas a las que intentamos trasladarlas. Es entonces cuando nos damos cuenta (malo si no nos pasa) de la barbaridad que estamos cometiendo, pues el significado literal de lo traducido no tiene nada que ver con la lengua destinataria. Existe una expresión italiana, traduttore, traditore, que se traduce como “traductor, traidor” y hace referencia a la imprecisión que hay implícita del acto de traducir. Umberto Eco afirma, con mucha razón, que hay que entender que al traducir no se dice siempre lo mismo sino “casi lo mismo". La elasticidad de ese “casi” es fundamental porque sólo el buen traductor sabe cómo puede estirar una traducción. Si esto pasa con palabras que no presentan dificultad, al tratar de traducir estos modismos podemos vernos en serios problemas. Hay unos libros muy divertidos de Ignacio Ochoa Santamaría y Federico López Socasau (From Lost to the River y sus secuelas Speaking in Silver, Shit Yourself Little Parrot y Like Fish in the Water), donde se traducen al inglés muchas de estas expresiones y, aunque son muy divertidas, son tremendamente ilustrativas del ridículo que podemos hacer.

Es más, si tratamos de representar literalmente estas expresiones, transformándolas en imágenes nos daremos cuenta de la barbaridad que aparece reflejada. Hace unos cuantos años realicé un experimento a través de un blog junto a mis alumnos, donde además de traducir una serie de expresiones desde el valenciano al castellano, francés e inglés aparecían éstas convertidas en imágenes para que pudiéramos comprobar lo que acabo de decir unas líneas arriba. 

Finalmente, para ver si la expresión que intentamos conocer está en el blog, basta con introducirla en el buscador. Si la expresión no aparece, probablemente es porque no la he considerado interesante. También puede suceder que la expresión empiece por otro verbo u otra palabra, aunque aún así deberá aparecer. Para ver el compendio de expresiones que he incluido, mirando en el listado que hay a la derecha podremos comprobar si la que se busca está o no. Sin más preámbulos iniciamos el listado. 

¡A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES!

Esta expresión la utilizamos cuando la solución a un problema llega cuando éste ya está resuelto o, directamente, cuando ya se ha zanjado y ya no se puede solventar. Tiene, pues, sentido de llegar tarde.

El origen se refiere a cuando Isabel la Católica creó el primer cuerpo policial de España, la Santa Hermandad, tras su aprobación en las Cortes de Madrigal en 1476. Este cuerpo de policía actuó entre los siglos XV y XIX y fue constituido para prestar auxilio en cualquier tipo de emergencias. Este grupo de soldados se caracterizó por llevar un uniforme con las mangas de este color, por ello, también se les conocía como los “mangas verdes”. Aunque en un principio este cuerpo de defensa era muy efectivo, con el tiempo se dice que comenzaron a perder cualidades. Relatan los cronistas de los siglos XVI y XVII que este cuerpo se ganó a pulso la fama de impuntualidad. Generalmente, cuando llegaban al lugar requerido para prestar el auxilio ya se habían cometido los desmanes y siniestros. Y a veces tardaban tanto que los vecinos del pueblo habían resuelto el problema por eso la gente les reprochaba diciendo: ¡A buenas horas, mangas verdes! La frase ha quedado para expresar en sentido peyorativo la demora y llegada tardía de un auxilio, que o bien impidió solventar el problema o afortunadamente se pudo solucionar sin esa ayuda.

 

¡A MÍ, PLIN!

Es una expresión coloquial usada para indicar que a algo no se le da ninguna importancia. Con esta expresión queremos expresar que algo nos importa un bledo, o que nos importa un comino, es decir, que nos es indiferente, nos da igual, no nos importa ni nos afecta.

La palabra “plin” es una deformación del apellido Prim. Los inicios de esta expresión datan de la época de la Revolución Gloriosa (1868) cuando se produjo una sublevación militar en España que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II. Uno de los grandes protagonistas de aquella revolución fue Juan Prim, general del ejército y político de ideas liberales, antiborbónico y líder progresista. Tras la revolución de 1868, la gente cuando expresaba sus posicionamientos políticos a favor de los progresistas y congeniando con las ideas del general Prim, la gente decía “a mí, Prim”, para aclarar que no le interesaban las argumentaciones de monárquicos o conservadores.

Lo que resulta un tanto complicado de explicar es que el grito de afirmación hacia un político derivara en un gesto entre despectivo y pasotista, dando a entender que a uno se la trae al pairo lo que ocurra a su alrededor. Parece que la expresión la popularizaron los sainetes y comedias de Carlos Arniches que, en estas obras de tanto éxito entre la gente común, retrató los ambientes del Madrid popular y de los barrios bajos. La expresión, puesta en boca de chulapas y chulapos venía a decir muchas veces que a alguien no le interesaba un partido amoroso o cualquier otra cuestión, porque ya tenía su propia preferencia. Parece que Arniches estaba parodiando esa expresión, deformándola ligeramente. Así que con el tiempo, tras perder su significado original, la gente fue alterando la pronunciación de este apellido hasta convertirlo en ‘plin’.

Otros autores prefieren negar este origen y sostienen que es una de las muchas frases elaboradas en función de su sonido o sin ningún significado en absoluto.

¡ADELANTE CON LOS FAROLES!

Esta expresión manifiesta el firme propósito de una persona de iniciar, continuar o perseverar a toda costa en lo ya comenzado, a pesar de los obstáculos que puedan presentársele. Se usa también como expresión de coraje y valor, para infundir ánimo o estimular a alguien que intenta hacer o proseguir algo, sobre todo cuando se trata de un proyecto muy difícil, arriesgado, que exige mucha reflexión o que parece imposible de llevar a cabo; ante un esbozo de desfallecimiento o abandono.

En realidad la expresión original era “¡Adelante con los faroles, que atrás vienen los cargadores!” y está relacionada con las antiguas procesiones españolas, en las que iban adelante los encargados de iluminar con faroles, antorchas o cirios y luego los cargadores o costaleros, que eran quienes llevaban la imagen de la Virgen o el Santo que se veneraba. Parece ser que el dicho tiene que ver con la organización de las procesiones, en las que abren el desfile los portadores de los faroles o antorchas que iluminaban el camino ya que, en muchas ocasiones, los caminos no se encontraban en perfectas condiciones por lo que se animaba a los portadores a iluminar el camino y abrir paso a los porteadores. Se usaba para insuflar ánimo para salvar algún obstáculo o a superar el cansancio, continuando la marcha, o bien a olvidarse de cualquier pendencia o distracción que les pudiera apartar del motivo o el itinerario de la procesión. De este ámbito más restringido, la frase pasó a uno más general, utilizándose comúnmente como interjección de ánimo ante cualquier signo de desfallecimiento o abandono en cualquier acción. Hay quien ve en esta expresión una relación con otra ("Acabar como el rosario de la aurora") que comentaremos más adelante y que hace referencia a una pelea a farolazos al coincidir dos procesiones en una calle estrecha y querer pasar los primeros al no
haber acuerdo alguno.

¡MUCHA MIERDA!

Esta escatológica expresión se utiliza mucho en ambientes teatrales como forma de desear suerte en la función. Aunque hoy en día se ha extendido a otros campos siendo frecuente su uso fuera de este ámbito y así, se le puede desear desde al que se va a examinar hasta a quien va a iniciar un nuevo programa televisivo. Es equivalente a la expresión “buena suerte” que se desea en otros países.

Hay dos orígenes más o menos similares y aceptados.

Por un lado, está la versión que especula con que el origen se remonta a la Edad Media, cuando los artistas eran ambulantes e iban con sus carromatos de pueblo en pueblo. Si en las afueras de una localidad descubrían grandes cantidades de estiércol, podían saber si allí se celebraba un mercado, una feria o fiesta importante, y por tanto, mucha gente y público potencial para ver sus representaciones y en consecuencia más recaudación. Por tanto, merecía la pena detenerse para hacer su espectáculo. El deseo entonces, entre los compañeros de gremio, era que encontrasen mucha mierda en el siguiente pueblo, quedando la expresión abreviada que ha llegado a nuestros días.

Por otro lado, está la creencia de que el origen se remonta al Siglo de Oro español, y más concretamente a los Corrales de comedia, donde se representaban las obras por parte de los artistas. Siempre había nervios entre los actores y actrices por saber si asistiría mucha gente o no a la obra, y en especial, gente de dinero puesto que eran quienes más donativos daban al final de la representación. Al comienzo de la función alguno de los artistas se asomaba a la puerta de entrada para comprobar cuanto excremento había, pues cuanto mayor era la presencia de caballos mayor número de excrementos había y, por tanto, mayor era el número de espectadores posibles y mayor recaudación. Esto era algo muy importante, porque como no se cobraba entrada, su sustento dependía del dinero que, concluida la función, los espectadores lanzasen al escenario. Los miembros de la compañía se agachaban a recoger las monedas lanzaras por el público y de ahí dicen que viene otra expresión teatral de aparente paradójico significado: “rómpete una pierna” (es decir, que tengas mucha suerte y te rompas la pierna de tantas veces que tengas que flexionarla para recoger el dinero recaudado o para saludar al público).

Desde entonces, es habitual en el mundo del espectáculo escuchar esta expresión como forma de desear suerte y éxito en la función. Del mundo teatral ha pasado a otros escenarios de la vida, especialmente cuando tenemos que enfrentarnos a alguna prueba o reto.

 

¡OJO AL PARCHE!

Con esta expresión se reclama la atención absoluta a algo que va a decirse y se dice para dar más énfasis, intensidad e importancia a la intervención y a lo que ésta comunica.

En realidad la locución original es “Oído al parche” y originariamente proviene del ámbito militar. El “parche” al que se refiere es la membrana de piel del tambor, concretamente a la parte sobre la que golpean las baquetas (palillos) que resuena cuando se golpea y se utilizaba para indicar a los miembros de la tropa (soldados) que debían estar atentos a las instrucciones de los mandos a través del sonido del tambor. Cuando un mando militar decía a sus soldados ‘oído al parche’ les estaba indicando que se mantuvieran alerta de las instrucciones a través de los redobles de tambor que el tamborilero haría. Dependiendo de cómo era el toque las órdenes serían unas u otras (ataque, disparar, retirada…), de ahí que se le requería a la tropa esa atención especial, para evitar confusiones y disponer de anticipación para tener tiempo para quitarse de en medio o para posicionarse bien de cara a un enfrentamiento exitoso.

No hay constancia del momento en que el oído fue sustituido por el ojo. ¿Pudieron influir las imágenes de aquello piratas con un ojo tapado?, no se sabe. Con la expresión “ojo al parche” puede parecer que la dicción es errónea por no utilizar el órgano auditivo con la palabra parche como sinónimo de tambor, sin embargo, aquí ese ¡ojo! significa prestar atención' o vigilar lo que le da mismo significado que la expresión original.

 

¡NARANJAS DE LA CHINA!

Es una exclamación rotunda que usamos para referirnos a una persona que en el momento de hablarnos, nos relata algo imposible que nos cuesta creer, ya sea porque se lo está inventando o está agrandando cosas a esa historia. Por lo tanto, denota incredulidad, escepticismo y un cierto rechazo.

Antiguamente la gente no creía que fuera posible traer naranjas en buen estado desde un país tan lejano como China (aunque aquella región sea, de hecho, de donde proceden originariamente las distintas especies de cítricos que cultivamos en nuestras tierras, como es el caso de nuestra querida naranja). Por ello, cuando algún frutero afirmaba que las naranjas que vendía procedían de aquel remoto país, la gente se lo tomaba como una invención, fruto de la fantasía y del afán comercial del individuo, pero algo evidentemente imposible (para los medios de transporte de aquella época, claro).

 

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