Esta locución la usamos para indicar que el enfrentamiento, la contienda, la competición o la situación de la que se trate, se hace de forma muy reñida, ruda, agresiva, sin concesiones ni contemplaciones ni delicadezas, con un altísimo grado de hostilidad y dureza y con la intención de ser implacable. La persona muestra una actitud dura y cruda, en la que se destaca la fortaleza tanto de su expresión corporal como de lo que señala con palabras.
Esta expresión proviene del comportamiento que exhiben los perros cuando estos se sienten incomodados o atacados, los cuales muestran sus colmillos mientras fruncen el ceño como una señal de advertencia o amenaza, refiriéndose a la semejanza en el semblante del rostro o en la conducta agresiva de esa persona. La expresión se refiere a la actitud del perro guardián, que ladra y muestra los colmillos al sentirse amenazado o cuando debe defender la propiedad.
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