Esta locución adverbial la utilizamos para indicar que algo se mide o se calcula de forma aproximada, con ello queremos señalar una cierta imprecisión, ya que no nos ayudamos de ningún tipo de peso o medida. Es decir, que nos valemos únicamente de nuestra percepción y de la vista y por tanto lo hacemos al tanteo.
Antiguamente, los cuberos eran los que fabricaban las cubas. Los líquidos que contenían, ya fuera vino, aceite o aguardiente, se vendían por cubas. Por aquel entonces, no existía una reglamentación específica sobre las medidas y capacidad que debía tener cada cuba, aunque se intentaba estandarizar, para que todas fuesen más o menos iguales. El problema venía del hecho de que cada cubero hacía sus cubas a ojo, utilizando su intuición y su experiencia e intentaba que fuesen todas iguales, porque no existían moldes para asegurarse de ello. Tratarían de hacer todas que todas las cubas tuviesen la misma capacidad, pero evidentemente no todas tendrían la cabida o volumen deseado, y ni mucho menos serían iguales las unas a las otras. De ahí surgió esta expresión, refiriéndose al buen ojo que tenían estos artesanos a la hora de realizar su trabajo.
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