Este aforismo indica que cuando nos enfrentamos a un problema o situación grave, se deben tomar medidas drásticas, extraordinarias o extremas para solucionarlo. También se emplea para indicar que todas las desgracias pueden tener una solución.
El origen de este aforismo hay que buscarlo en una cita del famoso médico griego Hipócrates, quien sugería que, en casos extremos de enfermedad, los remedios extremos son los más efectivos (“Ad extremos morbos, extrema remedia exquisite optima”).
Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta paremia no siempre es aplicable en todas las situaciones, especialmente en aquellas en las que las soluciones extremas pueden tener consecuencias negativas o indeseables y, por lo tanto, es importante evaluar cuidadosamente la situación y considerar todas las opciones antes de tomar medidas drásticas.
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