Usamos esta expresión para hacer referencia a que se ha armado un jaleo o que se ha desatado una pelea o una discusión. En definitiva, para indicar que algo ha generado tal escándalo y el alboroto es tal, que parece imposible llegar a un buen entendimiento de forma pacífica o sosegada porque todos gritan y nadie se entiende y la discusión se ha pasado "de castaño a oscuro".
Tiene su origen en el Concilio de Nicea, celebrado entre el 20 de mayo y el 25 de julio del 325, convocado por el Emperador Constantino y presidido por el Obispo Osio de Córdoba, en el que se llevó a debate cuestiones como la naturaleza del Hijo de Dios y su relación con Dios Padre, es decir, si Cristo era Dios o no, si era de naturaleza humana o divina, si era hijo de Dios pero no Dios mismo, si era verdadero hombre pero también verdadero Dios, teniendo así doble naturaleza… Constantino había promovido su celebración para resolver la crisis desatada dentro de la Iglesia por los defensores del cisma arriano, una corriente que años después sería considerada herética.
En conclusión, el lío que se armó fue tan monumental que las peleas y riñas les hizo llegar incluso a las manos y lo más suave fueron las discusiones acaloradas. A partir de aquí surgió la expresión que ha llegado hasta nuestros días.
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