Esta expresión se aplica cuando alguien se ve obligado a realizar una tarea algo desagradable o difícil de manejar. También hace referencia a tomar una decisión muy incómoda o difícil, estando obligado para ello, lo cual supone una experiencia desagradable. Se ha convertido en una metáfora que puede aplicarse a diferentes situaciones.
Tiene su origen en la antigüedad cuando los bailes eran eventos sociales importantes en los que se manifestaba el estatus social. En este contexto, bailar con la mujer menos atractiva o menos deseable era visto como algo humillante y vergonzoso. También pasaba que antiguamente, en las fiestas de los pueblos rurales se organizaban bailes, y los chicos sacaban a bailar a las chicas, empezando por las más guapas, quedando siempre las feas para el final.
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