Esta locución se usa como una advertencia ante algo mal que ha hecho alguien y por lo que va a recibir un castigo, sanción o reprimenda.
Esta expresión tiene varios siglos de antigüedad y su origen proviene del antiguo castigo inquisitorial consistente en rapar el pelo a los condenados para público escarnio.
Muchos eran los reos que al entrar en prisión se les dejaba la cabeza al cero, al igual que como escarmiento ejemplarizante a algunas prostitutas (de ahí surgió también el término “pelandusca”). Ese tipo de castigos solían realizarse en lugares públicos, ante la presencia de la ciudadanía que acudía como si de un espectáculo se tratara. Muchos eran quienes aprovechaban para indicar (por ejemplo padres a sus hijos) que de portarse mal o cometer un delito acabarían de ese modo, es decir, se les caería el pelo.
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