Esta figura alude a aquella persona que, a pesar de ser invitado a una reunión, no interviene en ella, parece sobrar, está como una figura decorativa y pasa desapercibido o es ignorado por los anfitriones. En las negociaciones, se dice frecuentemente de quien es invitado por compromiso, pero no es tenida en cuenta su opinión. También se denomina así a ese personaje que uno invita a su casa por obligación, pero que secretamente desea que no asista o que él mismo no se encuentre en ella a gusto y permanezca inmóvil y mudo.
Esta expresión alude a una obra de teatro de Tirso de Molina titulada El burlador de Sevilla y convidado de piedra. No obstante, el autor recogía una expresión que ya tenía tradición en relatos orales, en los que un burlón invitaba a una calavera o a una estatua.
En la obra de Tirso, Don Juan Tenorio, mujeriego ilustre, es informado de que Ana es una mujer de gran belleza y él quiere gozarla. Valiéndose de una artimaña lo consigue pero es descubierto por el padre de ésta, don Gonzalo. Éste le reta en duelo y es matado por Don Juan. Don Juan vuelve a Sevilla, donde se topa con la estatua que preside la tumba de don Gonzalo y se burla del difunto, invitándole a cenar. Sin embargo, la estatua de éste llega a la cita (el convidado de piedra) cuando realmente no se esperaba.
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